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Corea de Norte 2005

Los relatos

Date: Mon, 12 Nov 2005 08:16:07

From: CUENCA CANDEL Norberto

To: many_people

Subject: DPRK vacaciones en el Eje del MAL

 

Llevaba más de un año dando la plasta a mis amigos pekineses con que Corea del Norte podría ser un viaje interesante con escaso éxito. .... el año pasado lo intenté unas cuantas veces y no coló y esté año, con la excusa de los Mass Games ataqué otra vez pero fracasé de nuevo. Es cierto que es un viaje caro, raro y poco atractivo a priori. Ir de vacaciones a un país con un régimen estalinista, aislado y ultra controlado no suena precisamente relajante, sobre todo en Asia, donde por la mitad de precio te puedes ir a dorar al sol de Tailandia. Debe ser por eso que la DPRK es el país menos visitado del mundo. Me quedaba la posibilidad de ir solo, pero a efectos prácticos eso me convertía en un grupo unipersonal vigilado por dos guardas solo para mi y nadie con quien comentar la jugada. Unas vacaciones presidiarias, vamos. Cuando toda posibilidad de formar un grupo parecían esfumarse vinieron en mi ayuda los cada día más ricos 1300 millones de ciudadanos Chinos. En un país-continente como China, han tenido la genial idea tener los festivos a la vez a todo lo largo y ancho de su geografía; consecuencia: durante la semana de vacaciones del Día Nacional el país se colapsa hasta el punto que los viajeros rebosan fuera de sus fronteras. Todos los destinos "pobres" del sudeste asiático se llenan y los precios se triplican. Consecuencia segunda: DPRK se convierte en una opción competitiva, sobre todo porque a pocos chinos en su sano juicio se les ocurre viajar a un país así, tan poco fashion.

Pillados por el toro de los precios estratosféricos, los amigos volvieron a planteárselo. En apenas una semana formamos un nutrido grupo de 7! A esas alturas se había pasado de largo la fecha limite oficial (un mes de antelación) para pedir visados. Ningún problema. La visión de los 7 fajos de 800 euros ondeando al viento debió ablandar las normas del consulado y al final todo fue como la seda. El turismo, como todo, es un monopolio estatal en la DPRK y la agencia de viajes que organiza el viaje es el propio consulado. No hay otra vía de entrada y los precios son lo que a ellos les da la gana.

Teníamos la suerte de vivir en Pekín, el único sitio del mundo desde donde se puede viajar a Corea del Norte directamente. Aún así el proceso es un coñazo. Ningún visado es fácil de conseguir pero el Norcoreano se lleva la palma. De hecho, finalmente, ni siquiera lo he conseguido. En mi pasaporte no queda rastro de mi paso por la DPRK. El visado es un papelucho verde que llevas para entrar y que te quitan al salir. La solicitud es bastante divertida. Entre otras cosas, está prohibida la entrada a periodistas y fotógrafos, a estadounidenses, a surcoreanos y a todo aquel que no les guste. Para estar seguro de que les gustas hace falta presentar, además de los papeles típicos, tu curriculum vitae, una carta de tu empleador con teléfonos de contacto explicando lo que haces en la empresa y otras lindeces. Me costó lo suyo explicar a la señora de RRHH de Gamesa que igual la llamaban unos norcoreanos preguntando por mi. En fin.

La entrada en DPRK la hicimos por aire. En la lista de compañías aéreas prohibidas en Francia este verano, Air Korio, la empresa estatal de Corea del Norte, estaba en cabeza. Era la primera vez que cogía un avión ruso y también la primera vez que cogía un avión cuyas tapicerías y decoraciones no habían sido cambiadas desde su construcción. Todo tenía un look soviético sesentero tipo Naranja Mecánica bastante curioso. A pesar del aspecto infame del avión, el viaje fue sin problemas y la comida era bastante mejor que en la mayoría de compañías que he probado. Nada más aterrizar, presidiendo el aeropuerto, nos encontramos con el primer -y a partir de ahí omnipresente- retrato de Kim Il Sung, presidente eterno de la La Republica Popular Democratica de Corea. Por qué todos los países menos democráticos insisten en poner la palabra democracia en su nombre? Vaya chiste. Lo del presidente eterno también es otro chiste. A pesar llevar muerto unos cuantos años sigue conservando la jefatura del estado y él a su vez está conservado en formol (otra manía de las dictaduras comunistas: Lenin, Mao, Ho Chi Min.). Además todo ciudadano norcoreano tiene la obligación de llevar en la solapa una chapita con la cara del presidente, su hijo o ambos. Pura devoción.

Al salir del aeropuerto teníamos que pasar un control de scanner (al revés del resto del mundo que te lo hace para entrar!). Está prohibido llevar con una serie de cosas como teléfonos móviles, ordenadores, objetivos de más de 200 mm. Yo llevaba un 210 pero no me lo pillaron.

En la puerta del aeropuerto conocimos a nuestros dos "guías". Todo turista o grupo de turistas que viaje a DPRK está permanentemente "acompañado" por los "guías". Ambos se llamaban Mr. Kim. No se porque -no se parecían en nada- me recordaban a los Mr. Smith de Matrix. Parecían cordiales pero algo recelosos. Llegamos al hotel que resulto ser otro distinto al que nos habían incluido en el pack. Normalmente a todos los guiris se les mete en un hotel que está sólo en una isla en el medio del río de Pyoyang para tenerlos aislados y controlados, pero nosotros fuimos a parar a un hotel en el medio de la ciudad. La razón es que por primera vez en muchos años se había permitido a turistas surcoreanos entrar en el país para asistir a los Mass Games y estaba lleno. Siguiendo con la lista de excepciones, en nuestro grupo de 7 venía una americana, también de las primeras en la historia.

Nada más instalarnos, para llenar la primera tarde, nos llevaron a ver el arco del triunfo, más grande que el de París y de ahí salimos tirando al estadio de los Mass Games. A estas alturas del mail ya va siendo hora de que explique que es eso, no?. No es fácil. Algunas de las palabras que he visto por ahí para describir el espectáculo son: "ejercicios gimnásticos de masas", "estravaganza comunista de masas"..en fin, muy poco descriptivas. Creo que no hay palabras, fotos o video que pueda captar la grandiosidad y la escala del evento. Los Mass Games se celebran cada 4 o 5 años, cuando toca algún múltiplo de 5 de algún aniversario. En Pyongyang tienen un estadio gigantesco construido expresamente para esto. En una grada lateral se sientan 150.000 espectadores, en el terreno actúan hasta 100.000 personas y en la grada lateral opuesta, casi vertical, hay una pantalla gigante formada por 40.000 pixels humanos. Cada chaval-pixel muestra una especie de cuaderno enorme que lo cubre completamente. En las hojas del cuaderno esta la parte de la imagen que él representa. Con algún tipo de dirección, que jamás llegaré a entender, estos tíos pasan la página sincronizadamente y cambian la imagen. Es la "pantalla" más grande del mundo. El efecto es espectacular. Sobretodo porque no hay electrónica detrás, solo perfecta coordinación de miles de píxeles humanos. Si solo hubiese cambios de foto podría parecer sencillo, solo sería cuestión de pasar de pagina todos a la vez, pero no es así. Son capaces de hacer efectos que implican movimientos de solo algunos de los píxel: las chispas que caen de unos fuegos artificiales, destellos, un texto que aparece letra a letra... De verdad soy incapaz de imaginar como los dirigen. Increíble.

Al entrar al estadio la pantalla estaba "calentando" y todos los chavales-pixel andaban "escribiendo" diferentes consignas a la vez que las gritaban y macaban los cambios con zapatazos en la grada. 40.000 tíos gritando a la vez hacen mucho ruido. Ponía los pelos de punta. Entonces, a las 8 clavadas empezó el espectáculo. De repente la pista se inundó de gente moviéndose de forma coordinada. Cada pocos minutos se hacia la oscuridad, cambiaba la gente y cambiaba el tema. Las imágenes de la pantalla siempre estaban relacionadas con lo que sucedía en el campo. Hubo una de soldados, otra de niños, otra de estudiantes, otra de acróbatas, otra sobre la reunificación de las Coreas, otra sobre el progreso del país... Todo muy propagandístico, con un look sovietico fuerte pero muy vistoso. Los bailarines o acróbatas o lo que fuese cada vez, siempre eran miles y las coreografías estaban coordinadas al milímetro. En la hora y media que duró todo no vi un bailarín o un píxel fuera de sitio. Contado así suena a "noche de fiesta" pero no tiene nada que ver y la escala es tan monumental que te deja acojonao. Los momentos más espectaculares fueron cuando lanzaron gente con paracaídas desde unos cables que cruzan el estadio y cuando "dispararon" a unos tíos con unos tirachinas gigantes y cruzaron el estadio volando para caer en una red. Brutal!

Al acabar, bueno, un par de minutos antes, los guías nos empezaron a desalojar. No entendíamos por qué, porque todavía estaban con los saludos y pista llena de gente. Nos hicimos los remolones y se enfadaron. No debían estar acostumbrados a la indisciplina española. Al final nos dimos cuenta de por qué tanta prisa. En la grada todos los guiris estábamos en una zona concreta separados de los locales. Para evitar cualquier contacto con la masa de norcoreanos que salía del estadio, no dejarían salir a nadie hasta que todos los guiris estuviésemos fuera. Los pobres norcoreanos estaban retenidos por una barrera de tíos sin uniforme, de aire siniestro, que hacían de separación para evitar el contacto con los guiris. A pesar de la multitud consiguieron mantenernos alejados de la gente hasta llegar al autobús. Eso solo fue un aperitivo de lo que sería el resto del viaje: Prohibido cualquier contacto con la población del país o la realidad del país.

Sabíamos de antemano que no podríamos movernos o hacer a nuestro aire. Sabíamos que el itinerario estaba preacordado y era inamovible (por parte nuestra, no suya) y que habría una estrecha vigilancia de lo que hiciésemos. Pero, lógicamente, teníamos esperanzas de que no fuesen tan tan rígidos. Si lo fueron.

En la lógica vacacional española, después del espectáculo, era de esperar ir a tomar unas cañas, claro. En Pyongyang eso no es tan fácil de realizar. El único lugar donde teníamos libertad de movimiento era dentro del hotel y aún ahí, los guías estarían con nosotros hasta que nos fuésemos a la cama para asegurarse de que no nos escapásemos. Las cañas tuvieron que ser en el bar del hotel y los guías demostraron un aguante estoico a la capacidad trasnochadora española.

La mañana siguiente bien temprano teníamos excursión a Kaesong, la antigua capital imperial de Korea y casi ciudad fronteriza de la DMZ (zona desmilitarizada). Las únicas impresiones de la Pyonyang que tendríamos serían a través de la ventana del autobús o sea que había que aprovecharlas. Las calles están bastante vacías. Hay muy pocos coches pero más de los que me esperaba y poco transporte público. En cualquier calle hay gente andando a pie a buen paso. Creo que las piernas son el medio de transporte dominante. Ni siquiera hay bicis como en el viejo Beijing. La gente viste bastante gris pero arreglada. La ropa oscura de la gente de diario contrasta con las señoras que de vez en cuando se ven vestidas en el traje tradicional, que es como un ramo de flores invertido en colores chillones que se ciñe a la altura del pecho. También me chocó la cantidad de gente que anda por la calle llevando una especie de pompón para ensayar algún tipo de performance revolucionaria durante o después del trabajo. No eran elucubraciones mías, cada dos por tres se veían masas de gente en los espacios abiertos haciendo sus coreografías. Por ninguna parte se ven anuncios comerciales o publicidad de ningún tipo. Lo más parecido son postres revolucionarios-propagandísticos de corte soviético que personalmente me encantan. La tiendas, gran misterio, escasean y desde lejos tienen un aspecto bastante gris y a veces vació. En general, la ciudad está fantásticamente urbanizada. Como otras capitales artificiales se creo casi de la nada y se trazo con cuidado. Las avenidas son todas espaciosas. Hay monumentos de corte soviético-oriental y estadios o similares por todas partes. Los edificios son feos, cuadradotes, homogéneos y sin alma pero su disposición está bien estudiada y dirigida y el resultado global es agradable. En medio de todo aparece la mole piramidal de la torre Ryugyong. Es el esqueleto de un hotel inacabado de 160 plantas. Bestial. La respuesta al preguntar qué era: "Está en construcción" (sí, pero nadie pone un ladrillo desde hace 20 años!). Al cabo de un rato salimos de la ciudad y entramos en la autopista a Kaesong: Vieja pero impecable, 4 carriles, doble dirección, ni un solo vehiculo. En las más de dos horas de trayecto entre las dos principales ciudades no vimos más que otro autobús de guiris. Cada x km nos cruzábamos con un señor empuñando un escobón que barría el firme. Creo que ese vació es la señal más clara de que la economía del país no es que esté floja, es inexistente. En cualquier otro país muy pobre, en ese tipo de carretera, quizá no habría coches, pero al menos carros, camiones, tractores..algo. Lo único que circulaba era alguna bici pero ni siquiera en el firme, sino al borde de la autopista, por un camino de tierra. Quizá la otra explicación es que cortan el trafico local a las horas que hay turistas previstos, pero sería demasiado.

Kaesong es la capital imperial, la Kyoto de Korea, pero por raro que parezca, no nos iban a enseñar eso, sino la DMZ. La primera parada era el puesto de control donde se nos explicaba su versión de los hechos: el siempre recurrente "Qué remalos son los yankees!!". Al final de la guerra de Corea, cuando se firmo el armisticio, se dibujó una línea de alto el fuego y se crearon dos franjas de 2 km de ancho hacia el lado norte y el lado sur en las que no podría haber presencia militar de ninguna de las partes. La ONU debería estar allí para vigilar que se cumpliese. La línea de armisticio y los límites de las DMZ están blindados con rejas, alambradas y demás. En un punto cercano, justo en medio de la línea se creó un perímetro patatoidal llamado Zona de Control Conjunto donde convivían los dos ejércitos si vallas, ni nada. Dentro de ese perímetro uno podía pasar andando del norte al sur y del sur al norte sin problemas hasta que un día los americanos se pusieron a cortar los árboles de la ZCC y se monto un chocho importante. Desde entonces sigue sin haber ninguna separación física pero ya no circulan libremente. La excepción, creada para poder reunirse ambas partes sin entrar en territorio contrario son 5 barracones que están justo en el medio de la raya y que tienen una puerta al norte y otra al sur. Esas salas son algo así como el "terreno neutro" dentro del terreno neutro. Por culpa de los Mass Games y la ola de turistas la DMZ parecía una feria de pueblo y no pudimos entrar a los barracones y por consiguiente pisar terreno surcoreano. Desde fuera, a escasos 20 metros, sí vimos al ejercito surcoreano, en actitud chulesca, solo separado de nosotros por unos soldados norcoreanos plantados en la "línea". En fin, que no he estado en Corea del sur pero la he visto de cerca.

Cada poco, nuestros guías o el guía de turno nos recordaba lo malos que eran los americanos por esto o por lo otro. Cómo tenían la culpa de la división de su país o cualquier otra historia. Era especialmente divertido teniendo en cuenta que llevábamos una americana en el grupo. En nuestro autobús también venían 4 austriacos y los guías siempre nos presentaban a todos como austriacos. A la americana no la mentaban y a España tampoco porque no está especialmente de moda desde que un barco de guerra español en el Golfo Pérsico tiroteó un barco coreano cargado de misiles camino de Yemen. Después de eso fuimos a Kaesong a comer. El restaurante preparado para guiris estaba justo al borde de la ciudad vieja. Cruzando la calle se veían los tejados curvos de las casas antiguas, se intuían los barrios tradicionales con calles sinuosas. Solo había que cruzar la calle para poder ver la vieja capital. No pudo ser, ni siquiera cruzar la calle para dar un vistazo. Después de rogar mucho conseguimos que al siguiente sitio, a 300 m, nos dejasen ir a pie y por la calle, en vez de en bus. La calle, eso sí, era amplia y no pudimos inspeccionar las callejuelas. Esos escasos 300 m fueron lo más libre que estuvimos en todo el viaje y fueron breves pero fantásticos. Lo poco que pudimos ver en las bocacalles y la gente que nos íbamos cruzando era lo más autentico y menos preparado del viaje. La anarquía española no tardo en apoderarse del grupo que se descompuso, se alargo, cruzó de acera y los guías, desbordados, se pusieron tensos y de mala leche. Llegamos a destino que era una calle antigua preparada para que no nos perdiésemos ni nos descontrolásemos. Era un callejón sin salida y allí si nos dejaron movernos, claro. El interés del sitio era tirando a nulo. No hubo forma de rascar ni un minuto más de paseo a pie por Kaesong. Me sentí muy impotente por estar al lado de esas calles antiguas nunca pisadas por un turista y no poder poner el pie en ellas. Tras esa mini dosis de historia antigua nos toco más autobús y otra dosis de historia moderna y propaganda: "El muro de hormigón". Después de un buen rato en bus llegamos a un sitio al borde de la DMZ. Subimos a una zona elevada por unas trincheras, nos tragamos un video propagandístico y un discurso y pudimos ver por unos prismáticos el muro de hormigón (oh! Que interesante!) que los surcoreanos ,con la ayuda de los malvados yankis, han construido en su borde de la DMZ. Según el sur, es una barrera antitanque colocada en zonas llanas para defenderse de una posible agresión por tierra. Según el norte es una bofetada al proceso de reunificación. De nuevo la culpa era... yanki, 1000 puntos!

De vuelta a Pyongyang encontramos la misma cantidad de coches, ninguno. Por la calle apenas hay luces y la gente deambula casi a oscuras. Contrastando con la oscuridad de las calles, todas las casas tienen todas las luces encendidas. No hay prácticamente ninguna ventana con las luces apagadas. Será gratis? Nos llevaron a cenar a un restaurante que no tenía nada especial. Aprovechando que estaba en una calle normal, a mitad de la cena hice amago de ir al servicio y me fuy a la calle a echar un vistazo a los alrededores. No llegue muy lejos por miedo a montarla. Tampoco había mucho que ver: calle oscura y vacía. Una tienda cerrada y a oscuras.es curioso que uno llega a sentirse espía por pisar la calle. De vuelta al hotel queríamos cambiar de escenario cervecero y conseguimos convencerlos para que nos llevasen a otro sitio: el otro hotel de guiris en la isla del río. Resulto ser bastante más lujoso y más grande que el nuestro pero la cerveza era igual de mala. Como algunas personas no vinieron, los Kim tuvieron que repartirse la tarea de control y solo uno vino al segundo hotel. Sin su compañero al lado y con una cuantas cervezas en la pancha se volvió más humano y pudimos hablar del país, de su gente, etc. Nunca sabremos hasta que punto eran ciertas las contestaciones pero nos contó como funciona la educación, la sanidad, las vacaciones, la comida. la vida diaria.

En los dos hoteles y todos los sitios que habíamos pisado solo había precios en euros. También aceptaban yuan y dólar, pero ni rastro del won, la moneda local. Yo quería echar mano de algunos billetes desde que llegué pero me habían dicho que no era posible. Insistiendo hasta el aburrimiento conseguí cambiar 10 euros en aquel hotel. Desde ese momento intenté en todos sitios pagar con ello, pero no me dejaban. No hubo forma.

Al día siguiente, resacosillos, tocaba visita de Pyonyang. Qué mejor sitio para comenzar que la maravillosa casa natal de el eterno líder Kim il Sung. Era totalmente de pega. Reconstruido, reluciente, pero humilde. Los orígenes perfectos para un líder comunista. Cada objeto tenía su anécdota: el arado del abuelo, la rueca de la abuela, la foto del hermano revolucionario. puro show. Después de eso, siguiendo con el más difícil todavía de la propaganda y el kistch, fuimos a visitar Mansudae con la estatua más grande y más sagrada del líder. De camino paramos en una plaza donde, oh! casualidad! había un puestecillo de flores con el precio en euros. Se nos "invito" a comprar un ramo para llevar al Líder y compramos dos, que coño!. La visita a la estatua inmensa tiene su ritual que nos fue cuidadosamente explicado. Para no insultar al Líder o al pueblo norcoreano debíamos acercarnos en pose seria (ni chicles, ni manos en los bolsillos, ni gorras) formar frente a la estatua en fila, hacer una reverencia, presentar las flores y dar la vuelta en silencio y sin tonterías. Cualquiera podría haber explotado de la risa en ese momento, pero no ocurrió, milagro. En fin, ahí estaba yo, alguien que en la vida ha cantado un himno ni besado una bandera, haciendo una reverencia a la estatua de Kim Il Sung!! Después de la solemne visita fuimos a hacer algo más mundano e interesante: un viaje en metro. El trayecto, solo una parada, era casualmente entre las dos estaciones más bonitas, al estilo moscovita. Las malas lenguas dicen que el resto no tienen nada especial pero eso nunca lo sabremos. Lo cierto es que las dos que pudimos ver eran espectaculares, cubiertas de mosaicos y bajorrelieves, con grandes lámparas de araña.como un museo. Por supuesto no hubo norcoreanos en nuestro vagón, pero estuvo bien cruzarse gente normal por los pasillos. Es curioso como siendo nosotros bichos tan raros, la gente nos miraba poco y nunca fijaban la mirada. En las mismas circunstancias en China nos hubiera rodeado un corro de mirones. También es difícil sacar sonrisas a la gente. Cuando consigues cruzar la mirada con alguien y le sonríes, no te la devuelven. No hay complicidad. Supongo que en la propaganda que llevan escuchando desde que nacieron, los extranjeros capitalistas no salimos especialmente bien parados.

Al salir del metro nos esperaba el bus, nada de andar, por supuesto. De allí fuimos a la siguiente parada propagandista: el barco espía americano Pueblo. En los 60 un barco espía americano que se coló en aguas norcoreanas fue capturado y se montó un buen conflicto diplomático. Al final, los americanos tuvieron que pedir perdón y comerse el orgullo con patatas para que no ejecutasen a la tripulación por espionaje. El barco lo tienen allí atracado, en el centro de Pyonyang, como trofeo y recordatorio de lo malos que son los Yankees. Por supuesto tuvimos nuestro video de rigor y los comentarios del comandante que apresó el barco pirata. De ahí fuimos a la torre de televisión de Pyongyang con increíbles vistas de la ciudad. Una buena posición para ver lo que había detrás de las grandes avenidas. Resulto que en segunda fila hay montones de casas bajas y callejuelas, pero no a la vista. Las fachadas que daban a calle estaban pintadas pero no las traseras. En fin.

Siguiendo con las visitas de alto valor cultural nos toco ver la fábrica de bordados fundada por la esposa del Eterno Líder. Francamente infumable. De ahí, al borde del colapso propagandístico, nos tocó otra de kistch revolucionario: El cementerio de los mártires. Un parque sembrado de esculturas de héroes revolucionarios caídos por la patria. De nuevo toco hacer paripé de reverencias, esta vez ante la escultura de la esposa del Gran Líder. A la salida, después de mucho insistir dejaron que me acercase a comprar un helado para todos los miembros de la expedición en un chiringuito local a cuenta de mis flamantes won coreanos. La sorpresa llego al pagar porque me gasté casi los 10 euros en una docena de heladitos cutres. No me cuadraban los precios con los niveles de desarrollo del país. Creo que no me engañaron porque los precios estaban en un cartel al fondo.

Parecía que con nuestro interés inusitados habíamos conseguido acabar las visitas pestiño del día antes de lo previsto. Pedimos a los Kim que nos llevasen a una plaza junto a la que habíamos pasado varias veces y que estaba llena de gente haciendo formaciones.sorprendentemente accedieron. De camino nos metimos sin querer en una calle en el medio de un ensayo para un desfile de antorchas. Nuestro autobús navegaba en medio de un río de gente vestida de blanco y llevando antorchas de mentira en la mano. Había muchos jóvenes colegiales y por primera vez empezaron a reirse, a saludar, a decir "Hello!" Nosotros respondimos. Sacamos la cabeza por las ventanas, saludamos, empezamos a hacer fotos y la montamos. Los
Kims se pusieron como locos porque no podíamos hacer fotos sin su permiso, especialmente a la gente. Nos hicieron cerrar todo y se pusieron de mala leche una vez más. Al llegar a la plaza nos advirtieron que nos quedásemos quietos en el sitio y nada de fotos. El sitio era increíble, una especie de Tiananmen coreana rodeada por edificios oficiales con grandes pancartas propagandísticas. Toda la plaza estaba llena de gente con sus antorchas haciendo figuras. Al parecer preparaban un desfile nocturno con antorchas de verdad que tendría lugar en pocos días. Después de suplicar un rato nos dejaron hacer unas fotos. Al rato se acerco a mirarnos un grupo de chavales e intente saludarlos en coreano y pedirles una foto. Se pusieron a reírse muy tímidos pero, cuando estaban poniéndose en pose uno de los Kims les grito algo y se fueron corriendo. Pobres. Que forma de fomentar la amistad entre los pueblos!

De ahí hicimos una visita a la tienda de souvenirs, otro monopolio estatal. Los encargados del sitio tenían el merito de conseguir llenar una tienda enorme de cosas y que ninguna tuviese el menor interés. Vaya bodrio. Mientras algunos seguían mirando bajamos a la calle, donde a escasos metros había una tienda normal. Haciéndonos los longuis andamos hasta ella y entramos a echar un vistazo. Había muchas cosas y bastante variadas. No identificaba la mayoría porque ni el texto ni el embalaje me decían nada, pero era muy interesante. Lo más chocante eran los precios. Cosas como una cerveza valían 300 o 400 won, más de 2 euros... no podía ser. Al minuto de estar en la tienda apareció uno de los Kim a echarnos la bronca y sacarnos de allí. Demasiado tarde, ya la habíamos visto.

Después de un día tan cargado de propaganda y discursos revolucionarios se hacía necesaria una buena cena consistente: barbacoa de pato. Al llegar al restaurante -como en TODOS los otros restaurantes de días anteriores- la comida estaba en la mesa esperándonos. En todo el viaje no habíamos tenido posibilidad de elegir nada, los restaurantes estaban avisados de nuestra asistencia y todo estaba contado, elegido y preparado. Supongo que los propios norcoreanos no tienen muchas posibilidades de ir a cenar fuera cuando les apetezca o sea que la industria de la restauración funciona como un ministerio. A mitad de la cena volví a utilizar la técnica de la escapada al váter y me di una vuelta a la manzana en completa oscuridad. No vi gran cosa pero me hizo bien estar andando solo un rato.

Ya conocíamos las tres marcas de cerveza local: la horrible, la mala y la regular. Esa noche estuvimos de suerte y nos tocó regular. Además, a cada mesa le dieron una botella de aguardiente local (creo que de arroz) que estaba bastante correcto. Al volver al hotel seguimos con las cervezas y pedimos que nos llevasen a un Karaoke. Para nuestra sorpresa resultó que era posible. El karaoke tiene mucha aceptación como en todo el resto de Asia. El karaoke autorizado para guiris estaba en el hotel del río, el más lujoso de la capital y por tanto, el mejor karaoke de Corea. A los guías, aficionados a cantar, no les molesto ir a un sitio de estanding a cantar y beber a nuestra cuenta. Estaban encantados con el plan. A esas alturas llevábamos varias rondas de cervezas y allí seguimos con un par de botellas de licor de Ginshen. Al cabo de un rato asistimos a algunos momento memorables: uno de los Kims cantando "Edelwise" a coro con la americana, los dos Kim haciendo duetos... Acabamos bastante tarde y bastante perjudicados.

Supongo que como efecto secundario del Ginsen, a la mañana siguiente me desperté a una hora intempestiva, a las 6. Tenía un importante dolor de cabeza pero me sentía con fuerzas de aprovechar la tempranez para escapar del hotel. Además de nuestros guías, el hotel tenía siempre a la puerta unos señores siniestros de función indefinida. Justo en ese momento estaba llegando un gran grupo de rusos que estaban ocupando el hall y no se noto mi paso. Ya en la calle me puse a dar la vuelta a la manzana a buen paso, mirando al suelo. Era hora punta de ir al trabajo y había mucha gente. No fue un paseo fácil de disfrutar por el remordimiento que te genera estar haciendo algo prohibido y que podría perjudicar al resto de los compañeros. Si me hubiesen pillado probablemente nos habrían castigado a todos con un día de visitas pestiño o algo peor. No me atreví a entrar en ningún sitio, no saqué la cámara, no me paré a mirar, solo anduve a buen paso. A la vuelta era tan temprano todavía que nadie había aparecido por el desayuno. Pretendí un arrebato madrugador y la escapada quedo en secreto.

Era el cuarto y último día. Tocaba visitar las montañas de Myohyang, o eso creíamos. De nuevo tomamos una autovía impecable y vacía. Al cabo de un par de horas estábamos a los pies de las montañas. Esperábamos un paseo, un trekin, árboles y naturaleza..lo lógico al ir a ver las montañas. Pues no. La razón de ir hasta tan lejos era visitar el Museo de la Amistad. El museo en cuestión resultó ser un mamotreto con más de 100 habitaciones donde se guardaban y exhibían los regalos que otros estados y personas han hecho a lo largo de los años a Kim Il Sung y su hijo. Noooooo!!!! Pedimos que nos dejasen dar un paseo por el monte pero nos dijeron que no era posible por razones de seguridad: un turista se perdió el año anterior. Vaya excusa!. Nos toco tragarnos el museo. Era una sucesión inacabable de enormes salas con vitrinas llenas de regalos de todo tipo venidos de las cuatro esquinas del mundo. Había de todo, desde los súper kistch, hasta los interesante pasando por algunos de lo más cutre. El sitio estaba inmaculadamente limpio. Para andar por el museo nos habían dado unas fundas de peluche para poner a modo de condón sobre los zapatos. Era el primer edificio publico que visitábamos que no tenía un tufillo rancio que lo impregna todo, incluido el hotel donde dormíamos. El punto álgido de la visita fue una sala que casi nos mata del susto o de la risa. En un rincón, rodeado de un bosque de pega y animalillos disecados había una escultura de cera ultrarrealista del Eterno Líder regalada por China. Unos ventiladores ocultos movían las hojas de los falsos árboles y daban una sensación demasiado viva a la escultura. De fondo sonaba un himno mezclado con cantos de los pájaros... que miedo! Tuvimos que hacer la reverencia de rigor, que ya controlábamos con coordinación marcial, y seguimos la visita. Después de un rato llegamos a una terraza con unas mesitas en la segunda planta que tenía muy buenas vistas sobre un valle. Nos tomamos unas cañas y desde allí vimos todo lo que íbamos a ver de las montañas. De veras parecía que se habían inventado esa visita para que los dejásemos tranquilos por lo menos un día. Cuatro horas de bus para ver un museo pestiño.increíble. Llegamos a Pyongyang justo a tiempo para la última visita del viaje: el Palacio de los Niños.

El palacio era una especie de casa de la cultura en versión grande. Los guías nos fueron llevando de aula en aula para que viésemos a los jovencitos aprendiendo piano, guitarra, pintura, bordados, tae kwon do..en todas las aulas nos obsequiaban con un pedacito de lo mejor que supiesen hacer, que era bastante bueno. Toda la historia estaba claramente orientada a impresionar y dar buena imagen a los visitantes. Habría que saber cuanto niños tienen de verdad acceso al Palacio de los Niños. Sea como fuese, lo cierto es que los privilegiados que estaban en clase tenían talento. Al final de la visita asistimos a una función con un poco de todo: música, danza, acrobacias. Más que la disciplina y la coordinación de los mocosos, lo que más me fascinó es la capacidad que tienen de hacerlo todo manteniendo una sonrisa perfecta, inmutable y artificial durante todo su número. Son la leche.

Era nuestra última tarde pero todavía era temprano. De camino al hotel vimos un sitio por la ventana con pinta de taberna, café o similar. Al decirle al guía qué era aquello y si podíamos parar me miró con cara de hastió y dijo: "Norberto, enough!". Creo que a esas alturas estaban contando los minutos para librarse de nosotros.

A la mañana siguiente, bien temprano, nos llevaron a la estación, nos metieron en el tren y nos despacharon para Pekín. Por primera vez estábamos solos sin ellos. No servía de mucho porque nuestros vagones estaban separados del resto del tren y no se podía llegar a los asientos donde viajaban los norcoreanos. Aún así el viaje en tren fue de lo más interesante. Por la ventana veíamos trocitos de realidad que no habían sido preparados, casas, campos, gente en las calles y gente trabajando a mano los campos. Por fin pude hacer fotos sin tener que pedir permiso ni dar explicaciones. En nuestra zona de vagones también había algunos norcoreanos ricos que debían ser diplomáticos o algo por el estilo. Hablando con ellos por fin pude resolver el misterio de los precios. El cambio que me habían hecho en el hotel después de mucho suplicar era el oficial 1:260 pero el cambio de la calle era 1:2000. El tipo de cambio era una gran mentira oficial y las cervezas de la tienda en realidad valían 10 céntimos de euro. Todo se explica, si me habían timado, pero con el cambio.

Por la tarde llegamos a la frontera. Paramos en la última estación del país, nos bajaron del tren y pasamos 2 o 3 horas esperando a que chequeasen absolutamente todo. Dando una vuelta por la estación vimos que no dejaba de ser eso, una estación, y que por tanto, tenía una puerta que llevaba a la ciudad. Como ya no teníamos guardas asignados nadie se preocupo demasiado de controlarnos. Así, con la tontería de vagar por la estación acabé saliendo a la calle con una amiga. Si en Pyongyang éramos bichos raros, en ese pueblo éramos extraterrestres. La puerta de la estación daba a una plaza enorme con una escultura del líder. Todas las cabezas de la plaza nos miraban. Para no tener cara de culpables seguimos andando como si tal y nos fuimos acercando al centro de la plaza.cientos de ojos nos seguían. No estaba siendo precisamente un paseo relajado. En un momento de inspiración se nos ocurrió que podríamos sorprenderlos a todos marcándonos un saludo reverente al Lider. Seguimos andando, llegamos al centro, nos cuadramos y nos marcamos una reverencia de libro. Dimos media vuelta y empezamos a volver a la estación. Por la puerta ya estaban saliendo un par de señoras de uniforme que venían a echarnos la bronca. Demasiado tarde. Nos hicimos el tonto y volvimos al andén.

Despues de un buen rato seguimos camino hacia China. La frontera la marca un río, al otro lado está Dandong. A pesar de ser dos países teóricamente comunistas el contraste entre los dos lados es bestial. Nada más cruzar el puente empezó a haber luces chillonas, olores de comida, música, altavoces atronando desde las tiendas, gente y algarabía. Era como una resurrección social. Curiosamente sentí la vuelta a China como una vuelta a casa.

El cruce de esa frontera es un salto en el tiempo, un viaje al pasado chino de hace 25 años. Antes de que China empezase su apertura, debía ser un sitio parecido a la Corea del Norte que dejábamos atrás: miles de restricciones, controles para los extranjeros, actividad económica y social controlada, propaganda por doquier, ropas grises, sociedades grises. La primera vez que vine a China esperaba encontrarme algo de eso pero ya no existía, hacía tiempo que había desaparecido. Este viaje es una forma de ver un tipo de sociedad que ya no existe en ningún otro lugar del mundo.

Si algo me ha quedado claro es que quiero volver. El día en que el país autorice los viajes no organizados seré el primero en la cola para pedir visado. Corea debe ser el país del mundo menos contaminado por cualquier influencia exterior. Lleva 50 años totalmente a parte. Sus gentes poco saben de lo que ha pasado fuera de sus fronteras en todo ese tiempo ni cuales son los valores que imperan en el resto del mundo. Será una rara oportunidad de encontrar gente sin una traza de globalización. A ver si ocurre pronto!

Para terminar unos links recomendados por si alguien tiene interés en el tema norcoreano.

Un video musical de Faithless hecho con las imágenes de unos mini Mass Games. Tarda en bajar pero mola mil.

http://www.astateofmind.co.uk/upload/movies/faithless320.zip

una agencia que organiza viajes y que tiene bastante información sobre el país

http://www.koryogroup.com

Mis fotos del viaje a Corea del Norte.

www.norbertocuenca.com